En el blog de Valtea de esta semana, os traemos una serie de consejos básicos para conservar correctamente el vino en casa.
Para ello, debemos pensar en el vino como un alimento más, que precisa ciertas pautas de mantenimiento para preservar un buen estado del mismo.
Una temperatura constante
La temperatura del vino ha de ser constante para mantenerlo en condiciones óptimas. De forma que almacenarlo a una temperatura ambiente es muy mala idea.
En primer lugar, debemos evitar oscilaciones térmicas que varíen de forma brusca la temperatura de la botella. Por eso es importante no guardar el vino en la cocina, donde la temperatura puede incrementar varios grados abruptamente mientras se cocina.
Así pues, lo ideal es que el vino se encuentre a una temperatura constante entre los 8º y los 14º, dependiendo del tipo de vino. Las estancias más recomendables para salvaguardar el vino en casa sería una bodega, un sótano o un trastero donde no haya sistemas de calefacción o aire acondicionado.
Eso sí, si decides degustar un vino tinto que está demasiado frío, no lograrás apreciar los matices de sus aromas. Para eso, debes esperar unos minutos antes de abrirla para que alcance los grados que necesite para conseguir la temperatura perfecta de consumo.
La oscuridad como aliada
Otro de los factores que fácilmente puede incrementar la degradación del vino, es su nivel de exposición a la luz directa. La luz oxida el líquido, lo que estropea el sabor y color del vino.
Ya se trate de luz natural o luz artificial, esto puede afectar de forma negativa al vino mediante la fotodegradación de la riboflavina. Esta sustancia presente en el vino, es conocida como la “enfermedad de la luz“.
¿Sabes por qué se utiliza el color verde en la mayoría de las botellas de vino? El motivo es que este color es capaz de neutralizar entre un 30% y un 60% de las radiaciones lumínicas.
Escapa de los ruidos y malos olores
Como se hizo mención antes, es esencial que el vino se guarde en lugares donde el ambiente esté protegido del exterior. Debemos optar por trasteros subterráneos, muebles cerrados o lugares que no se vean afectados por corrientes de aire.
También debemos prevenir agitaciones o movimientos bruscos en las botellas, para permitir que el vino repose de forma adecuada y evolucione de la manera más natural posible.
De modo que el entorno debe estar libre de ruidos, pero los olores fuertes también pueden alterar los aromas del vino.
Vigila la humedad
Debemos prestar especial atención a la ventilación del lugar; siempre ha de haber una temperatura constante sin corrientes bruscas. El ambiente que escojamos debe ser fresco de baja humedad.
De esta manera, evitaremos que el corcho de la botella se humedezca y así, evitar la aparición de hongos y mohos que dañan el vino. Para prevenirlo, os recomendamos usar un termómetro y un higrómetro cerca de las botellas. Así, tendremos control sobre los cambios de humedad o temperatura que pueda sufrir el producto.
En caso de que el corcho se seque, el tapón tiende a encogerse y pierde elasticidad, lo que facilita la entrada de aire en la botella que favorece una oxidación prematura del vino.
La horizontalidad es fundamental
La posición es imprescindible para preservar las características organolépticas del vino.
Estamos acostumbrados a ver las botellas en vertical en las tiendas, pero lo recomendable es guardarlas siempre en posición horizontal. De este modo, el vino y el corcho mantendrán el contacto y evitaremos que el corcho se seque.
Los espumosos, preferiblemente en vertical
Cierto es que existe una excepción a la hora de colocar los espumosos. En este producto la presencia de gas carbónico tiende a subir, por lo que el tapón permite mantener el nivel de humedad óptimo.
Además, en estas bebidas la disposición vertical de la botella favorece la propia conservación del carbónico.
Ojo a los tiempos de conservación
Es importante distinguir qué vinos son buenos para conservar durante más tiempo y cuáles debemos beber pronto, ya que no todos los vinos mejoran con el paso del tiempo.
Es aconsejable comprar las botellas en la propia bodega, puesto que la conservación será la conveniente. Para lograr diferenciar los vinos, debemos tener en cuenta una serie de elementos:
- Edad del vino
- La añada
- El lugar de procedencia
- El tipo de uva con el que se elabora
- El tiempo y tipo de crianza
- El lugar donde ser almacena
A grandes rasgos, los vinos jóvenes es mejor tomarlos en el año en que se cosechan, los crianza durante los próximos 5 años y los reserva y gran reserva pueden conservarse hasta 10 o 15 años más o menos.
Estas fechas de consumo son aproximadas y no conviene sobrepasarlas, ya que será complicado conservar el vino como lo hacen las bodegas. Aún así, habría que valorar las características de cada botella y el tipo de vino en cuestión.
¿Qué hago si ya he abierto el vino?
Una vez hemos abierto al botella de vino, debemos atender a los mismos factores que afectan a esta bebida cuando está cerrada. Por lo tanto, tras abrir la botella, debemos guardarla en el frigorífico.
Previamente a guardar las botellas, debemos cerciorarnos de que el aire no entre en contacto con el vino. Para retrasar la oxidación, podemos traspasar el vino a una botella más pequeña y cerrarla lo más hermética posible apretando firmemente el corcho de repuesto.
¡Atención! A diferencia de cuando las botellas están cerradas, las botellas abiertas es mejor almacenarlas en vertical.
Asimismo, si eres amante del vino, suele dar buen resultado invertir en utensilios que pueden servir para prolongar la conservación del vino. Por un lado, si no dispones de un espacio con las condiciones deseadas, una cava eléctrica te ayudará a mantener el vino en un ambiente controlado.
Si dispones del espacio perfecto, utilizar materiales que no conduzcan el calor, como los botelleros de madera, serán ideales para conservar el vino en horizontal.
Por otro lado, si te preocupa conservar en buen estado una botella ya abierta, prueba con bombas de vacío para extraer el aire del interior de la botella.
Ahora ya estás preparado para mantener perfecta tu vinoteca.